martes, 4 de septiembre de 2012

La graciosa sociedad contradictoria

¡Yo condeno moralmente a la sociedad!
(en serio, no parece, pero lo hago)


La vergüenza se encuentra en la mirada de los otros... Cualquier acción que determine realizar el ser humano no sería más allá que una simple acción, sino hubiese una mirada ajena a los propios ojos que juzgue, discrimine y categorice cualquier cosa que hagamos. Por ello, mucha gente decide ser un canalla, embargado del más tranquilo y pacífico ánimo (a conciencia de que sabe que actúa incorrectamente ) siempre y cuando nadie se entere, es decir, que no se entrometan ojos suspicaces y expresiones de alarma que adviertan lo crueles que podamos llegar a ser.

Son los ojos ajenos quienes torturan al infractor descubierto o al canalla una vez se ha expuesto y desnudado toda su bajeza y ruindad. La mirada intrusa revela el lado morboso de la sociedad: los mecanismos que imparten justicia  funcionan de esa manera. No contentos con la demostración de la infracción del culpable relatan paso a paso la reconstrucción del crimen a fin de que se valore y condene aún peor al acusado, no por el mero fin justiciero al que han sido llamados los individuos, sino porque el culpable no se le condena por el mero acto del crimen, sino porque el crimen está castigado por la violación moral que las miradas invasivas condenan.

Todo esto porque a la sociedad le gusta ver. Tiene una suerte de voyerismo moral porque decide observar a los individuos en su desnudez más primitiva, cuando estos cometen actos que sobre-exigen los límites de lo aceptado. Las miradas más allá de nuestros ojos designan con el nombre de "animales" o "bestias" a aquellos infractores ,porque solo las bestias cometen actos inhumaos.

Aquí la mayor contradicción se hace manifiesta. Se condena a los malechores a causa de sus actos inhumanos, cuando son precisamente estos actos crueles los que nos demuestran nuestra condición humana. La sociedad asume que las actos de bondad son inherentes a nuestra naturaleza cuando olvidan por completo que los actos de perversión también parten de la misma raíz: el placer vanidoso, o el orgullo confortable.