domingo, 29 de septiembre de 2013

Para hacer realmente daño solo tienes que ser alguien con "buena voluntad" y un ser un imbécil

No me suelo atribuir el adjetivo de “amoral” cuando hablo de mí mismo, pero la verdad es que la idea me resulta, cuanto mucho, graciosa. ¿Me vuelve amoral decir que hay más razones para dudar de esas "buenas personas" que las que hay para creer realmente que estos son seres intachables? ¡Cuántas veces he visto a personas honestas hacer benignas acciones llena de lo que podemos llamar “amor” cuando a lo mucho son solo expresión de su egoísmo! (no lucen tan guiadas por este sentimiento, entonces). Como cuando uno va caminando por la calle y, confundido entre la basura, un hombre extiende su mano pidiendo piedad. Entonces uno mira a cualquier otra parte lejos del miserable y sigue de frente. Entonces, camina unos cuantos pasos más hasta que se detiene de súbito. Se vuelve y del bolsillo saca unas cuantas monedas y las entrega al más necesitado (en este caso, este hombre de la basura). Es por fin que puede proseguir su camino sabiéndose que ha obrado "bien" al "ayudarlo" Alguien, en alguna parte de la calle, da limosna al indigente, no por el hecho de darle un poco de dinero para que compre pan, sino por el hecho de que él se sentiría mal si es que no se lo da. Se queda con ese extraña sensación en el estómago, un fuego que aflige el espíritu que la gente llama "remordimiento" o "culpa" e inclusive "pecado por omisión":y que es necesario aplacar. No actuó entonces gratuitamente por el pobre ,sino que  lo hizo por él mismo. No es amor, sino egoísmo, porque usó al mendigo como objeto de tu satisfacción personal, como un remedio ante la culpa de ser parte de una gran masa que lo ignora. En ese caso entonces la brecha entre el amor y el egoísmo parece desvanecerse. Claro está que estos sentimientos no son los únicos que pueden confundirse, ¿alguna vez ha pensado que el miedo y el respeto inspiran las mismas acciones? El miedo es una forma de respeto , o puede ser al revés, el respeto es una expresión del miedo.


Pero, si vemos en medio de la calle que este hombre que da limosna ha obrado correctamente, conforme a lo que llamamos moral, entonces se habrá dado cuenta de que se equivoca. Para esto partamos del hecho de que la moral no siempre es buena y conozco seres cuya "buena voluntad" ha ocasionado peores males que los sujetos peores intencionados, pero existe la salvedad de que simplemente sea un torpe y que la moral tenga terribles exponentes. Es por eso que para hacer realmente daño solo tienes que ser alguien con "buena voluntad" y un ser un imbécil: negar aquello es faltar a la verdad. La gente habla de la moral como si fuese un esquema de conductas que todos tenemos que seguir, pero esto es contradictorio si el fin de la moral busca lo "bueno" (conforme a la razón) y que la moral no siempre pueda llegar a ser "buena". Por ejemplo es moral decir siempre la verdad; pero es inmoral causar graves daños (horribles daños) ;sin embargo, existen verdades que destruyen. Sino solo miren a Edipo. Por supuesto, no es mi fin convencer a nadie acerca  de la naturaleza de nuestras obras, ni tampoco es mi fin demostrar que todos somos unos canallas. Tampoco puedo manipular la verdad porque a mi parecer es que existen muy pocas y es que estoy seguro de no poseer ninguna de esas pocas que existen y mucho menos poseer la verdad última y efectiva en lo que se refiere a este tema y me veo en la incapacidad de poseer las intenciones de buscarla: soy demasiado flojo.

Más o menos estoy intentando hacer completamente lo opuesto a lo que hizo el gato del ya tan conocido refrán “La curiosidad mató al gato”, lo que no saben algunos es la historia de trasfondo de este adagio. El gato es curioso porque su naturaleza lo empuja a conocer la verdad, lo que sucede es que la curiosidad no es el culpable de su deceso, sino que su curiosidad implacable lo lleva  a los senderos (nada agradables, por cierto) de la existencia. Esto lo revuelca a conocer una verdad insoportable y este decide suicidarse.  La curiosidad no termina matando al gato, la verdad apabullante y que descubre con estupor es la que lo asesina.  Y como yo no pienso terminar como el pobre felino es que no estoy dispuesto a buscar estas certezas, pero lo que sí estoy dispuesto es provocar dudas. Porque hemos fracasado en esta vida si es que no hemos puesto bajo el fuego de la duda nuestras mayores convicciones y de lo que de ellas se desprendan en nuestros actos.