sábado, 24 de octubre de 2015

Mujeres...

Tengo problemas para conseguir amistades de mi propio género, es simplemente difícil y es que soy tan tímido con los chicos como quinciañera intentando ligar. Sin embargo, siempre me he sentido cómodo en compañía de mujeres. 

Pero esto no debe tomarse como una flamante declaración homosexual, tampoco como una suerte de salida de closet.  
Porque esta es la entrada a un ataúd.

Simplemente con las mujeres tengo más confianza y es que con ellas puedo hablar de sexo o de alguna otra ridiculez . Como esa vez en que a una amiga mía le gustaba un chico llamado Irwin.


-No puedo sacármelo de la cabeza, Onán
-Pero háblale. Dile lo siguiente: "Irwin, me encanta tu nombre anglosajón, casémonos, así lo quiere Enrique VIII" 
-¿Pero no será muy obvio que me interesa?  
-Bueno, estamos en el siglo XXI y ya mucha gente sigue cometiendo los mismos errores de siglos pasados como  1) tener sexo sin  protección y 2) esperar que los chicos se acerquen para hablarte (y luego tener sexo sin protección) Acércate tú, ve y háblale. 

Y le habló, pero el chico la dejó en "Visto" 

La gente es canalla y sobre todo Irwin el anglosajón

Con los hombres una conversación así sería imposible, por eso me llegan altamente. No participo de sus juntas cerveceras y jugar una pichanga me es tan ajeno como un acercamiento del tercer tipo con extraterrestres. Simplemente la biología determinó que no sería bueno para el fútbol y si todavía me quedaba algún atisbo de duda, el pelotazo que me cayó a los siete años me terminó por confirmar que yo había nacido con las destrezas para ser habilidoso en el balompié tanto como nacen los peces con las capacidades para trepar los árboles. 

Soy una asquerosa nulidad. 

La compañía femenina; sin embargo, no requería mayores esfuerzos que la agilidad del pensamiento para hacerlas reír de vez en cuando y,si podía, intentar penetrar con mi mirada sus maneras esquivas, sonrisas huidizas y sortear uno que otro cumplido con ellas. Simplemente es un buen ejercicio mental y psicológico, en ocasiones.

Y un ejercicio de gran tolerancia y paciencia de parte de mi enamorada (pero te lo juro mi vida, que no hago absolutamente nada que viole alguna norma moral)

Aunque también un ejercicio de tolerancia de parte mía

-¡Yo quisiera una hija y llamarla Catalina!- dije entusiasmado
-¿Catalina? ¡Ese es nombre de puta! ¡Qué asco!- y me mató hasta las ganas de acostarme con ella.

Aunque la mala fama de las Catalinas se debe posiblemente a Catalina II de Rusia quien tuvo varios amantes y ha terminado por estigmatizar a miles de generaciones de pobres mujeres cuyos padres le pusieron nombre de adultera famosa. 

lunes, 22 de junio de 2015

Orinar en baños públicos

Siempre he sentido cierta incomodidad a la hora de orinar en los baños públicos. Siento que soy observado, medido y catalogado. No mi pene, este cumple los estándares saludables y las medidas correctas, sino mi integridad como persona; siento que toda la existencia se reduce a ese momento definitorio y clarificado en que estás en un baño público con tus congéneres y tienes que orinar. Todas las meadas pasadas, todos lo orines practicados en la privacidad y confort de la casa se ponen a prueba en ese momento.

Y entro en pánico. Me pongo nervioso.




Porque los penes ajenos me asustan, porque simplemente no es el viejo camarada que vive anexado a mí desde que la biología determinó que tenía que ser hombre. Los penes desconocidos a quienes me he negado a mirar no por un sentido de pudor, como generalmente ocurre entre las personas comunes y corrientes, sino porque los penes desconocidos, fuera del hábito al que estoy acostumbrado, en sí mismos, me inspirar un terror abismal. Cuelga ahí, entre las piernas, como un ajusticiado de la Edad Media, condenado a la horca por el simple pecado de ser un pene.

Pero la situación se ofrece siempre y tengo que cumplir con satisfacer mi necesidad biológica de tirar una meada en "público".

Entonces tengo miedo del chasquido del agua que pueda molestar a los otros, pavor de si me demoro más de la cuenta y los otros lo notan y la paranoia de repente se justifica si se ofrece la situación en la que todos los urinarios están ocupados excepto uno y  tengo que colocarme al medio de dos sujetos porque estoy obligado por las fuerzas de las circunstancias y la fragilidad de mis esfínteres.

No, miedo no, algo cualitativamente mayor: pavor.

Recuerdo de niño que cuando veía los baños públicos del mercado (aquellos que solo te dejan entrar si entregas al guardia cincuenta centavos para que no solo te permita el ingreso, sino que además te entrega papel higiénico) decía allí escrito "S.S.H.H": yo pensaba que decía "Shh"con una S de más porque eran unos burros y estaba mal escrito. "Shh" como quien calla a un tonto que habla en medio de la película en el cine. Yo suponía eso porque para mí mear era un acto de suma soledad, en que uno se concentra para orinar y era necesario hacer silencio por eso el "Shh".




Pero todo era mentira; significaba Servicios Higienicos

No puedo evitar sentirme incómodo cuando se encuentran aquellos tipos que han aguantado demasiado los riñones y la vejiga y corren apresurados hacia el urinario como si de eso dependiese todo el sentido de su vida y, una vez ahí,  por fin se pueden quitar ese peso de encima y exhalan fuertemente algo así quien ha visto a Dios, se ha dado cuenta de la verdad del cosmos, ha llegado a una resolución que cambiaría el mundo tal y como lo conocemos.

Y yo me encuentro ahí a lado haciendo lo propio en el silencio como si se tratase de un ritual religioso y simplemente el desahogo del sujeto del costado me perturba gravemente.

A esto se añade una dolorosa culpa, porque sé que hay gente que trabaja en la limpieza de estos baños públicos y que todo el esfuerzo de estos hombres, cuyo trabajo es la ardua desinfección de estos lugares, para que su aire sea más respirable, sus espacios  menos nauseabundos, las letrinas menos infectas y los hongos más amigables son destruidas a meadas. Siempre sentí que era un trabajo en que literalmente, uno se orina encima y, peor aún, es el que a veces más importante es en estas circunstancias. 

Orinar en baños públicos es terrible...

jueves, 22 de enero de 2015

La gente linda


La otra vez una amiga me preguntó si tenía por allí a algún conocido que sea guapo o decentemente agradable, que no dudara en presentarselo. Pero mis amistades no son especialmente guapos. Yo siento por ellos el mismo cariño como también tenía las mismas ganas de arrojarlos por las escaleras. Son ocasionalmente agradables, como la gente común, eventualmente desesperantes... como la gente común.  Muy aparte existía gente muy hermosa que sabes que jamás se fijarían en ti ni para ser tu amigo, por ello, yo no tenía justamente amistades de tal calibre. Ellos solo están allí, pululando y disfrutando de su belleza. Mis amistades eran aquellos que mirabas y decías con un poco de desdén: "Sí...son lindos..."

Yo tengo una teoría acerca de la gente "linda".

No podemos llamar a alguien atractivo (o atractiva) físicamente con aquel término. En primer lugar porque el concepto de "lindo" resulta insuficiente para designar a cualquier persona de características "socialmente agradables"(asumiendo que la belleza está determinado bastante por la sociedad, solo hay que ver las revista para saber que somos feos). En segundo lugar, se encuentra el hecho de que el lenguaje (en cualquiera de su variedad de formas y diversidad de expresiones) tiene en su repertorio de términos y palabras mejores conceptos que le hagan justicia a la belleza que se encuentra frente a los ojos. Por ejemplo, a alguien que es decentemente atractivo (lo necesario como para que alguien voltee a vernos, pero no lo suficiente como para estar en un catálogo de ropa) se le denomina: "simpático" o "guapa", y alguien extraordinariamente agradable (es decir que cumple con el canon de belleza reinante) se le dice que es "hermosa, bella, etc).

Todo lo demás es juzgado con el desaliento e indiferencia en perfecta proporción a qué tan bien cruzamos por los estrechos límites de la belleza.


No existe la gente "linda", generalmente aquellos precisamente "lindos" son bastante "feos". El asunto radica en que es la gente es educada con uno y decide arrojarnos un eufemismo por la cara. Y  uno, preso de la incauta inocencia, cree que en serio tiene algo de guapo.

No, simplemente usted tiene un buen amigo.

Los "amigos" son esencialmente "amigos" porque es la persona que está determinada a brindarle felicidad desinteresada,  compartir la comida, la bebida, el oxígeno y todas aquellas anécdotas graciosas así como las otras historias no tan felices que nos sumergen en el desasosiego, el sopor y la angustia más opresiva. Es decir es la persona dispuesta a mentir, engañar, estafar en pro de que el camarada realmente tenga una razón que motive una sonrisa genuina (más allá de que las causas detrás de la sonrisa sean falsas)

-¿Soy bonita, Onán?
-Sí, eres preciosa

Pero era mentira y Jesucristo lo sabía.
Pero allí tenía una verdadera sonrisa, y sabía que le había dado su dosis para subirle la autoestima.

Ese era el trabajo del amigo, encontrar esperanzas y motivos, a pesar de que la historia de la humanidad ha enseñado que toda esperanza es vacía y el esfuerzo, absurdo.

Y para colmo uno es feo como una patada.

Por aquellas mismas razones es que un buen amigo tiene un dilema moral a la hora de categorizar el atractivo de su compañero de fiestas, de parradas y de llantos. Porque es buen amigo.

Cuando llamamos alguien bajo el término de "lindo"/ "linda" no estamos apelando a su aspecto físico, estamos en el más alarmante grito de auxilio y misericordia porque la persona realmente no es muy guapa que digamos. Resulta que la persona "linda" es potencialmente más agradable en lo que es en el interior de lo que alguna vez será por fuera.

Lo descubrí un día cuando estaba conversando con una chica que me gustaba y esta me dijo: "Qué lindo eres"

Entonces así supe que era feo y cuando me miré en el espejo solo podía oirlo decir: "Te lo dije"