lunes, 22 de junio de 2015

Orinar en baños públicos

Siempre he sentido cierta incomodidad a la hora de orinar en los baños públicos. Siento que soy observado, medido y catalogado. No mi pene, este cumple los estándares saludables y las medidas correctas, sino mi integridad como persona; siento que toda la existencia se reduce a ese momento definitorio y clarificado en que estás en un baño público con tus congéneres y tienes que orinar. Todas las meadas pasadas, todos lo orines practicados en la privacidad y confort de la casa se ponen a prueba en ese momento.

Y entro en pánico. Me pongo nervioso.




Porque los penes ajenos me asustan, porque simplemente no es el viejo camarada que vive anexado a mí desde que la biología determinó que tenía que ser hombre. Los penes desconocidos a quienes me he negado a mirar no por un sentido de pudor, como generalmente ocurre entre las personas comunes y corrientes, sino porque los penes desconocidos, fuera del hábito al que estoy acostumbrado, en sí mismos, me inspirar un terror abismal. Cuelga ahí, entre las piernas, como un ajusticiado de la Edad Media, condenado a la horca por el simple pecado de ser un pene.

Pero la situación se ofrece siempre y tengo que cumplir con satisfacer mi necesidad biológica de tirar una meada en "público".

Entonces tengo miedo del chasquido del agua que pueda molestar a los otros, pavor de si me demoro más de la cuenta y los otros lo notan y la paranoia de repente se justifica si se ofrece la situación en la que todos los urinarios están ocupados excepto uno y  tengo que colocarme al medio de dos sujetos porque estoy obligado por las fuerzas de las circunstancias y la fragilidad de mis esfínteres.

No, miedo no, algo cualitativamente mayor: pavor.

Recuerdo de niño que cuando veía los baños públicos del mercado (aquellos que solo te dejan entrar si entregas al guardia cincuenta centavos para que no solo te permita el ingreso, sino que además te entrega papel higiénico) decía allí escrito "S.S.H.H": yo pensaba que decía "Shh"con una S de más porque eran unos burros y estaba mal escrito. "Shh" como quien calla a un tonto que habla en medio de la película en el cine. Yo suponía eso porque para mí mear era un acto de suma soledad, en que uno se concentra para orinar y era necesario hacer silencio por eso el "Shh".




Pero todo era mentira; significaba Servicios Higienicos

No puedo evitar sentirme incómodo cuando se encuentran aquellos tipos que han aguantado demasiado los riñones y la vejiga y corren apresurados hacia el urinario como si de eso dependiese todo el sentido de su vida y, una vez ahí,  por fin se pueden quitar ese peso de encima y exhalan fuertemente algo así quien ha visto a Dios, se ha dado cuenta de la verdad del cosmos, ha llegado a una resolución que cambiaría el mundo tal y como lo conocemos.

Y yo me encuentro ahí a lado haciendo lo propio en el silencio como si se tratase de un ritual religioso y simplemente el desahogo del sujeto del costado me perturba gravemente.

A esto se añade una dolorosa culpa, porque sé que hay gente que trabaja en la limpieza de estos baños públicos y que todo el esfuerzo de estos hombres, cuyo trabajo es la ardua desinfección de estos lugares, para que su aire sea más respirable, sus espacios  menos nauseabundos, las letrinas menos infectas y los hongos más amigables son destruidas a meadas. Siempre sentí que era un trabajo en que literalmente, uno se orina encima y, peor aún, es el que a veces más importante es en estas circunstancias. 

Orinar en baños públicos es terrible...

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