miércoles, 9 de marzo de 2016

Lo mejor que puedo hacer

Mi enamorada está enferma. Una nausea aplastante junto con sonidos divertidos en su estómago la han derribado a la comodidad de su cama y a la molestia de la fiebre.
Sufre bastante.
Yo me río porque verla enferma es lo más gracioso que ha pasado en el día.
Eso no me hace mala persona, de hecho estoy aquí cuidando de ella. Le di dos pastillas de nombre impronunciable para que mejore.
Está muy mal.... y no puedo evitar pensar que las son enfermedades vanos intentos de la Naturaleza por acabar con toda la humanidad. Cada gripe derrotada por un Panadol, cada tos aliviada por el auxilio de los jarabes es un fracaso para el planeta en su intento por aniquilarnos a todos.

Por ello, luego de la pastilla, ella duerme plácidamente como solo las personas drogadas saben hacerlo.Mientras yo siento que cumplo con mi rol social de cuidar a mi pareja cuando se enferma, así como cuando ella cumplió con el mismo deber cuando me dio varicela a mis 21 años de edad.

El contagio de mi rezagada enfermedad infantil ocurrió cuando trabajaba como profesor del curso matemática en un taller de "Vacaciones útiles" para niños de 5to de primaria. Como era costumbre en ese taller se le solía brindar a los niños "guía espiritual" de parte de una  anciana cuyas últimas lecciones de vida se referían a que su primer marido la había engañado y que su segundo esposo había muerto poco después de haber contraído matrimonio. Ella se consolaba a sí misma asegurando que "Dios suele llamar a su gloria más temprano a los hijos que más ama"

Eso me hacía sentir que cada respiro que los niños y yo dábamos era un punto a favor de que Dios probablemente nos odia. Además ¡apuesto que el primer esposo sigue con vida!

-Profesor- me dijo Zeyli, la alumna más joven del grupo- ¿yo soy buena?
-Depende. ¿Hiciste tu tarea de matemática?-pensé en decirle, pero mi respuesta fue otra- ¿Por qué lo preguntas, cariño?
-Porque Papalindo aún no me llama. ¿No llama siempre a los que más quiere?
-No, Zeyli, la señora busca encontrarle algún sentido a su dolor, probablemente odia a su primer marido y el segundo marido que realmente amó está recontra muerto.  Esa es su manera en que ella encuentra alivio. ¿Has jugado alguna vez Mario Bros?
-¡Sí!- dijo sonriendo
-Cuando Mario es tocado por cualquiera de los malos, muere instantáneamente, ¿cierto? Pero aún te quedan tres intentos más para poder pasar el nivel. Cuando pasas por segunda vez el nivel, la muerte que has sufrido antes te sirve para pasar los malos que ya conoces y evitar que te maten igual y poder llegar hasta el final.
-¡Yaaa!
-Lo que hace esa señora es jugar Mario Bross con su propia vida. Cada fracaso, cada golpe, tiene sentido porque la ayuda a llegar al final.
-¿Y entonces pasará el nivel?
-No, descubrirá que al final del juego solo encontrará vacío. Dios no existe, es un consuelo para sentirnos mejor. 
- ... ¿profesor?

Le quemé el cerebro.

Probablemente verá en Mario Bros el ejercicio catarquico de quien intenta ahogar sus angustias tras cada pequeña muerte.

Dejando esa duda de lado comencé con la clase Uno de mis alumnos, Bruno, se tambaleaba hasta el límite de la modorra. Me acerqué a él, lucía pálido.
-¿Estás bien?

Y se murió ahí mismo.
En realidad no..
La fiebre catapultó su conciencia a un lugar lejos del salón de clase al mismo tiempo que su cuerpo se desplomó al suelo como saco de tubérculos.
Días más tarde me notificaron que Bruno tenía varicela y luego de dos semanas la misma enfermedad empezaba a agrietarme el rostro. Después de un tiempo comenzaba a caerme a pedacitos como un anciano con reumatismo cuando camina. Lo bueno era que mi enamorada recogía mis pedazos rotos.

La voz de mi enamorada me sacó de mis pensamientos. Pronunciaba mi nombre con su voz temblorosa.
Voy hacia ella porque es lo mejor que sé hacer: verla terriblemente mal y reirme un poquito, cuidarla como ella me cuidó a mí porque la amo un montón.